jueves, 7 de abril de 2011

GOLIN, la gaviota

Despertaba un día risueño lleno de color y alegría.

Poquito a poco un Sol adormilado nos daba los buenos días. Perezoso y amarillento salió desde la rayita azul de aquel mar sosegado, acaso dormido por el cantar de la Lunita, la noche anterior.

En medio del mar se divisaba una gran roca, lejana, larga y alta, cual columna de palacio Emperador.

Allí, en lo más alto vivía una preciosa gaviota.

Desde hacía mucho tiempo su familia había emigrado muy lejos, en busca de nuevos horizontes, querían descubrir nuevos mundos, conocer a otras gaviotas, volar libres, nuevos paisajes.

Pero Golin, nuestra amiga la gaviota prefirió quedarse allí, en su refugio de siempre donde había nacido, crecido bajo la protección de mamá gaviota y “Gran Gaviota”, su papá.

Tenía tan buenos recuerdos que no pensó en ningún momento irse de allí, junto con sus compañeras de juegos.

Era feliz en aquel lugar, envuelta por un gran mar azul turquesa y con la compañía de sus amigas las focas que de vez en cuando la visitaban.

A veces, oía una sirena, eran sus amigos los marineros que la saludaban desde lejos, se acercaban con cautela para no asustarla y darle los ejemplares más grandes del pescado capturado ese mismo día.

Golin, así era feliz y así transcurrían sus días...

Aislada como estaba nunca se enteraba demasiado pronto de todo lo que en otros lugares acontecía.

Era feliz, tenía su paraíso particular, nada más importaba.

Cuando tenía hambre y hacía días que no pasaba el barco de sus amigos marineros, salía a pescar con su propio piquito. El pescado era su mayor alimento y en aquel tranquilo mar era fácil conseguirlo.

Un día que había salido a dar un vuelo hasta la orilla de una playa cercana notó un olor raro, algo en el aire le daba mala impresión.

El Sol se fue rápidamente, dejando paso a unos oscuros nubarrones. Eran grises, y por su aspecto parecían estar muy tristes, tanto que de repente, empezaron a llorar.

El mar se enfureció y sus olas cada vez eran más y más grandes.

A lo lejos divisó un gran grupo de patos que volaban formando una gran “V” que cortaba el cielo tremendamente gris.

Temió que algo malo estaba pasando y después de coger unas cuantas almejitas de la arena se volvió volando hasta su guarida en la gran roca.

Desde lejos le pareció que aquella impresionante columna que era su hogar estaba cubierta más que nunca de agua y poco a poco mientras se acercaba pudo dar fe de ello.

Al llegar hasta el lugar, poco quedaba de su hogar, casi todo sumergido en aquel mar malhumorado.

Tuvo suerte, y al vivir casi en la cima, esta quedó protegida del agua.

Pasaron varios días de tormentas y diluvios, apenas tenía fuerzas suficientes para moverse, pues con aquel tiempo no quería arriesgarse a coger vuelo y padecer cualquier contratiempo.

Un día, después de muchos, amaneció más calmado, las nubes grises se habían deshecho de tanto llorar y empezó a salir de nuevo un tímido Sol.

Golin agradeció y sonrió al ver los rayitos cálidos de aquel Sol. Mirando aquel paisaje esperanzador vio a lo lejos algo que se movía en el cielo.

Abrió mucho los ojos y apreció que era un ave volando aunque no pudo apreciar bien de que especie se trataba.

La llamó, y esta se dirigió a la casita de Golin.

Era una gaviota como ella y por lo que pudo ver, también se encontraba desfallecida por tantas horas de vuelo y de luchar contra los infortunios de aquel temporal.

Enseguida se dieron calor una contra la otra, y, la energía de una, aumentó la energía de la otra.

Golin estaba contenta, por fin alguien con quien hablar y poder preguntar como estaba el resto del mundo, lejos de aquel idílico lugar donde ella vivía.

Las noticias que escuchó no eran demasiado agradables. El Mundo andaba medio loco y nadie escuchaba a los pobres animalitos que intentaban avisar de las posibles consecuencias que podían acontecer sino eran más humanitarios y consecuentes con la Naturaleza.

Entonces tuvieron una gran idea.

Se unirían y volarían por todos los lugares del planeta para avisar y proteger a los más necesitados. Harían nuevos amigos en todos los países que visitaran y estos a su vez se unirían a ellos, formando, todos juntos, un gran equipo, un ejercito contra los que quisieran perjudicar con sus actos a este nuestro planeta.

Al fin supo cual era su misión en el Mundo y el porqué de haberse quedado tanto tiempo sola en aquel lugar. El día había llegado y era el momento de reaccionar.

Prepararon todo para aquel largo viaje, lleno de mil aventuras y emprendieron el vuelo bajo aquel cielo azul y sobre un mar inmenso.

Después de mucho tiempo la gente empezó a darse cuenta de aquel bonito mensaje y fue cambiando su manera de vivir.

Ahora el Sol brillaba siempre, radiante y feliz, los niños no perdían nunca su gran sonrisa y la Tierra giraba siempre placidamente.